martes, 17 de noviembre de 2015

Tipos de prevención.


Como sabemos, existen distintas formas en las cuáles los profesionales sanitarios pueden actuar para prevenir, disminuir o mejorar una enfermedad. Nos referimos a los distintos niveles de prevención, entendiendo como tal aquellas medidas que se llevan a cabo para evitar una enfermedad, que se diagnostique precozmente y se trate para una mejor recuperación.

 
En primer lugar, se encuentra la prevención primaria. Nos encontramos en la etapa previa a la aparición de la enfermedad (prepatogénica), con lo cual el objetivo sanitario va a ser la disminución de incidencia de enfermedades.

¿Cómo actuamos ante dicha situación? A través de la promoción de la salud y la protección de ésta dirigida a una población concreta; en nuestro caso a los ancianos.  Un ejemplo para aclarar el concepto sería disminuir las barreras arquitectónicas con la que se encuentra esta población, como son las escaleras para reducir el riesgo de caídas que tienen.  También forma parte de esta prevención la vacuna antigripal que deben ponerse todos los años por la gran vulnerabilidad que les supone.

En cuanto a la prevención secundaria, son aquellas medidas que tomamos para disminuir la prevalencia de las enfermedades, retardando o eliminando el desarrollo de la éstas. Actuamos por lo tanto, en la etapa patogénica de la enfermedad.

¿Cuál será nuestra actuación? Intervenir a través de programas de detección.  Es este caso, serviría de ejemplo el diagnóstico precoz en cáncer de mama a través de mamografías cada dos años. Por otra parte, sabemos que la población anciana tiene un factor de riesgo importante en cuanto a la osteoporosis; en este caso, otro ejemplo sería la realización de densitometría ósea.

A continuación, cito un artículo en la cual se habla de la osteoporosis y las distintas medidas que se toman en función de la prevención en la que nos encontremos:


Por último, hablamos de prevención terciaria cuando nos encontramos en la etapa de cronicidad de una enfermedad. Es aquí cuando las medidas que se llevan a cabo tienen el objetivo de reducir las secuelas de la enfermedad, con tal de conseguir una mejora de la calidad de vida de la persona enferma y sus familiares.

¿Cómo intervenimos? Tratando y rehabilitando a la persona  afectada. En el caso de la demencia, el paciente será tratado farmacológicamente para retardar el progreso de la enfermedad, además de llevar a cabo una terapia ocupacional basada en conseguir el máximo nivel de autonomía e independencia del paciente.

Seguidamente, adjunto el link de una guía práctica para profesionales que trabajan con enfermos de Alzheimer, de la cual yo me he basado en su capítulo 3  en el que habla cómo se interviene en el área de la terapia ocupacional con este tipo de población.


En conclusión,  nuestra actuación enfermera es claramente fundamental en cualquier fase de la enfermedad en la que nuestro pacientes ancianos se encuentre, y por ello, es necesario llevarlas a cabo, para mejorar la calidad de vida de éstos independientemente de estar o no enfermos.

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